El continente esperanzado
África en alza
ATras décadas de un lento crecimiento, África tiene una oportunidad real de seguir los pasos de Asia
3 dic 2011 The Economist
http://www.economist.com/node/21541015
EN las tiendas se almacenan los productos en pilas de dos metros, las calles rebosan consumidores y los vendedores sudan profusamente ante la arremetida. Pero no se trata de una calle principal durante la temporada navideña en el mundo rico. Se trata del mercado Onitsha en el sur de Nigeria, todos los días del año. Muchos lo consideran el más grande del mundo. 3 millones de personas acuden a él a diario para comprar arroz y jabón, ordenadores y material de construcción. Se trata de un nexo para comerciantes del Golfo de Guinea, una región plagada de corrupción, piratería, pobreza y enfermedad, pero también el hogar de millones de motivados emprendedores y consumidores cada vez más prósperos.
A lo largo de la pasada década, seis de los diez países de más rápido crecimiento del mundo, fueron africanos. En ocho de los últimos diez años, África ha crecido más rápido que Asia oriental, incluyendo Japón. Incluso contando con el efecto en cadena de la recesión del hemisferio norte, el FMI prevé que África crecerá un 6% este año y cerca del 6% en 2012, prácticamente lo mismo que Asia.
El auge de los productos básicos de consumo es parcialmente responsable. En el periodo 2000-08 alrededor de un cuarto del crecimiento de África provenía de los altos ingresos generados por los recursos naturales. La demografía favorable es otra de las causas. Con la caída en las tasas de fertilidad en Asia y Latinoamérica, la mitad del crecimiento de la población durante los próximos 40 años tendrá lugar en África. Pero el crecimiento también está muy relacionado con las economías de producción y de servicios que los países africanos están empezando a desarrollar. La pregunta es si África será capaz de mantenerlo si la demanda de bienes básicos disminuye.
Cobre, oro, petróleo—y una pizca de sal
El optimismo respecto a África debe tomarse en pequeñas dosis, debido a que la situación todavía es muy desalentadora en gran parte del continente. La mayoría de los africanos vive con menos de dos dólares al día. La producción de alimentos por persona ha caído desde la independencia en los años 60. La esperanza de vida media en algunos países está por debajo de los 50 años. Las sequías y las hambrunas persisten. El clima está empeorando y la deforestación y la desertificación siguen avanzando.
Algunos países alabados por su vertiginoso crecimiento económico, tales como Angola o Guinea Ecuatorial, son cleptocracias empapadas de petróleo. Algunos de los que empiezan a mejorar su desarrollo económico, tales como Ruanda y Etiopía, se han vuelto políticamente dañinos. Congo, que afronta ahora unas dudosas elecciones, sigue resultando difícil de gobernar y horriblemente corrupto. Zimbabwe es una cicatriz en la conciencia del resto del sur de África. Sudáfrica, que solía representar un modelo para el continente, se encuentra plagada de corrupción; y bajo el mandato del Congreso Nacional Africano se habla de nacionalizar la tierra y las minas (véase artículo).
No obstante, frente a este trasfondo depresivamente familiar, algunas cifras básicas se mueven en la dirección correcta (véase el artículo). Actualmente África cuenta con una clase media de rápido crecimiento: según el Standard Bank, alrededor de 60 millones de africanos tienen unos ingresos de 3000 dólares anuales y 100 millones los tendrán en 2015. La tasa de inversión extranjera fue diez veces mayor en la pasada década.
La llegada de China ha mejorado las infraestructuras de África y ha disparado su sector de fabricación. Otros países no occidentales, desde Brasil y Turquía a Malasia e India, están siguiendo esta tendencia. África podría entrar en el mercado global de fabricación ligera y servicios, como las centralitas de llamadas. El comercio trans-fronterizo, que durante mucho tiempo fue suprimido debido a rivalidades políticas, está creciendo ya que los aranceles disminuyen y las barreras para el comercio se desmantelan.
El entusiasmo africano por la tecnología está estimulando su crecimiento. Cuenta con más de 600 millones de usuarios de teléfonos móviles - más que Estados Unidos o Europa. Debido a que las carreteras por lo general son terribles, los avances en las comunicaciones, como la banca telefónica y la información agrícola telefónica, han sido una gran bendición. Alrededor de una décima parte de la tierra de África tiene cobertura de servicios móviles y de Internet— una proporción mayor que la de India. La salud de muchos millones de africanos también ha mejorado, gracias en parte a la amplia distribución de mosquiteras y el alivio gradual de la devastación provocada por el VIH/SIDA. La capacitación está mejorando: la productividad está creciendo alrededor de un 3% anual, en comparación con el 2,3% de Estados Unidos.
Todo esto está sucediendo en parte debido a que al fin África está gozando de cierta paz y de gobiernos decentes. Durante las tres décadas posteriores a que los países africanos se libraran de las cadenas coloniales, ni uno solo (salvo la Isla Mauricio en el océano Índico) ha destituido pacíficamente un gobierno o presidente en las urnas. Pero desde que Benin estableció la tendencia en 1991, ya ha sucedido más de 30 veces; mucho más a menudo que en el mundo Árabe.
Las tendencias en la población podrían mejorar este prometedor desarrollo. Una importante cantidad de jóvenes mejor educados y en edad de trabajar, está entrando en el mercado laboral y las tasas de nacimientos comienzan a disminuir. Debido a que la proporción entre gente en edad de trabajar y pensionistas aumenta, el crecimiento debería verse afectado positivamente. Asia disfrutó de este "dividendo demográfico", que comenzó hace tres décadas y que ahora está empezando a remitir. En África está comenzando ahora.
Contar con muchos jóvenes adultos es bueno para cualquier país con una economía boyante, pero si los trabajos escasean esto puede conducir a la frustración y la violencia. Que la demografía de África proporcione dividendos o un desastre depende en gran medida de sus gobiernos.
Más comercio que ayuda
África todavía necesita una profunda reforma. Los gobiernos deben poner más fácil que se puedan iniciar negocios y reducir algunos impuestos y recaudar de forma honesta los que impongan. La tierra debe expropiarse de propiedades comunales y su titularidad debe ser entregada a granjeros individuales para que puedan obtener crédito y expandirse. Y, sobre todo, los políticos deben quitarse de en medio y dejar el poder cuando los votantes así se lo indiquen.
Los gobiernos occidentales deben abrirse al comercio en lugar de limitarse a proporcionar ayuda. La Ley estadounidense de Crecimiento y oportunidad africanos, que reduce los aranceles de muchos bienes, es un buen comienzo, pero debe ampliarse y replicarse en otras naciones. Los inversores extranjeros deben firmar la iniciativa de transparencia en las industrias extractivas, que permita a los africanos comprobar lo que las empresas extranjeras pagan por las licencias para explotar recursos naturales. Los gobiernos africanos deben insistir en la total apertura en los tratos que cierran con empresas y gobiernos extranjeros.
La autocracia, la corrupción y los conflictos no desaparecerán de la noche a la mañana. Pero en estos momentos difíciles para la economía mundial, el progreso de África es un recuerdo de la promesa transformadora del crecimiento.
Corrección: fue el Standar Bank, no el gobierno mundial como escribimos originalmente, el que proporcionó la estadística de que alrededor de 60 millones de africanos cuentan con unos ingresos de 3.000 dólares al año. Esta corrección se realizó el 5 de diciembre de 2011.
A lo largo de la pasada década, seis de los diez países de más rápido crecimiento del mundo, fueron africanos. En ocho de los últimos diez años, África ha crecido más rápido que Asia oriental, incluyendo Japón. Incluso contando con el efecto en cadena de la recesión del hemisferio norte, el FMI prevé que África crecerá un 6% este año y cerca del 6% en 2012, prácticamente lo mismo que Asia.
El auge de los productos básicos de consumo es parcialmente responsable. En el periodo 2000-08 alrededor de un cuarto del crecimiento de África provenía de los altos ingresos generados por los recursos naturales. La demografía favorable es otra de las causas. Con la caída en las tasas de fertilidad en Asia y Latinoamérica, la mitad del crecimiento de la población durante los próximos 40 años tendrá lugar en África. Pero el crecimiento también está muy relacionado con las economías de producción y de servicios que los países africanos están empezando a desarrollar. La pregunta es si África será capaz de mantenerlo si la demanda de bienes básicos disminuye.
Cobre, oro, petróleo—y una pizca de sal
El optimismo respecto a África debe tomarse en pequeñas dosis, debido a que la situación todavía es muy desalentadora en gran parte del continente. La mayoría de los africanos vive con menos de dos dólares al día. La producción de alimentos por persona ha caído desde la independencia en los años 60. La esperanza de vida media en algunos países está por debajo de los 50 años. Las sequías y las hambrunas persisten. El clima está empeorando y la deforestación y la desertificación siguen avanzando.
Algunos países alabados por su vertiginoso crecimiento económico, tales como Angola o Guinea Ecuatorial, son cleptocracias empapadas de petróleo. Algunos de los que empiezan a mejorar su desarrollo económico, tales como Ruanda y Etiopía, se han vuelto políticamente dañinos. Congo, que afronta ahora unas dudosas elecciones, sigue resultando difícil de gobernar y horriblemente corrupto. Zimbabwe es una cicatriz en la conciencia del resto del sur de África. Sudáfrica, que solía representar un modelo para el continente, se encuentra plagada de corrupción; y bajo el mandato del Congreso Nacional Africano se habla de nacionalizar la tierra y las minas (véase artículo).
No obstante, frente a este trasfondo depresivamente familiar, algunas cifras básicas se mueven en la dirección correcta (véase el artículo). Actualmente África cuenta con una clase media de rápido crecimiento: según el Standard Bank, alrededor de 60 millones de africanos tienen unos ingresos de 3000 dólares anuales y 100 millones los tendrán en 2015. La tasa de inversión extranjera fue diez veces mayor en la pasada década.
La llegada de China ha mejorado las infraestructuras de África y ha disparado su sector de fabricación. Otros países no occidentales, desde Brasil y Turquía a Malasia e India, están siguiendo esta tendencia. África podría entrar en el mercado global de fabricación ligera y servicios, como las centralitas de llamadas. El comercio trans-fronterizo, que durante mucho tiempo fue suprimido debido a rivalidades políticas, está creciendo ya que los aranceles disminuyen y las barreras para el comercio se desmantelan.
El entusiasmo africano por la tecnología está estimulando su crecimiento. Cuenta con más de 600 millones de usuarios de teléfonos móviles - más que Estados Unidos o Europa. Debido a que las carreteras por lo general son terribles, los avances en las comunicaciones, como la banca telefónica y la información agrícola telefónica, han sido una gran bendición. Alrededor de una décima parte de la tierra de África tiene cobertura de servicios móviles y de Internet— una proporción mayor que la de India. La salud de muchos millones de africanos también ha mejorado, gracias en parte a la amplia distribución de mosquiteras y el alivio gradual de la devastación provocada por el VIH/SIDA. La capacitación está mejorando: la productividad está creciendo alrededor de un 3% anual, en comparación con el 2,3% de Estados Unidos.
Todo esto está sucediendo en parte debido a que al fin África está gozando de cierta paz y de gobiernos decentes. Durante las tres décadas posteriores a que los países africanos se libraran de las cadenas coloniales, ni uno solo (salvo la Isla Mauricio en el océano Índico) ha destituido pacíficamente un gobierno o presidente en las urnas. Pero desde que Benin estableció la tendencia en 1991, ya ha sucedido más de 30 veces; mucho más a menudo que en el mundo Árabe.
Las tendencias en la población podrían mejorar este prometedor desarrollo. Una importante cantidad de jóvenes mejor educados y en edad de trabajar, está entrando en el mercado laboral y las tasas de nacimientos comienzan a disminuir. Debido a que la proporción entre gente en edad de trabajar y pensionistas aumenta, el crecimiento debería verse afectado positivamente. Asia disfrutó de este "dividendo demográfico", que comenzó hace tres décadas y que ahora está empezando a remitir. En África está comenzando ahora.
Contar con muchos jóvenes adultos es bueno para cualquier país con una economía boyante, pero si los trabajos escasean esto puede conducir a la frustración y la violencia. Que la demografía de África proporcione dividendos o un desastre depende en gran medida de sus gobiernos.
Más comercio que ayuda
África todavía necesita una profunda reforma. Los gobiernos deben poner más fácil que se puedan iniciar negocios y reducir algunos impuestos y recaudar de forma honesta los que impongan. La tierra debe expropiarse de propiedades comunales y su titularidad debe ser entregada a granjeros individuales para que puedan obtener crédito y expandirse. Y, sobre todo, los políticos deben quitarse de en medio y dejar el poder cuando los votantes así se lo indiquen.
Los gobiernos occidentales deben abrirse al comercio en lugar de limitarse a proporcionar ayuda. La Ley estadounidense de Crecimiento y oportunidad africanos, que reduce los aranceles de muchos bienes, es un buen comienzo, pero debe ampliarse y replicarse en otras naciones. Los inversores extranjeros deben firmar la iniciativa de transparencia en las industrias extractivas, que permita a los africanos comprobar lo que las empresas extranjeras pagan por las licencias para explotar recursos naturales. Los gobiernos africanos deben insistir en la total apertura en los tratos que cierran con empresas y gobiernos extranjeros.
La autocracia, la corrupción y los conflictos no desaparecerán de la noche a la mañana. Pero en estos momentos difíciles para la economía mundial, el progreso de África es un recuerdo de la promesa transformadora del crecimiento.
Corrección: fue el Standar Bank, no el gobierno mundial como escribimos originalmente, el que proporcionó la estadística de que alrededor de 60 millones de africanos cuentan con unos ingresos de 3.000 dólares al año. Esta corrección se realizó el 5 de diciembre de 2011.
LAS PROMETEDORAS ECONOMÍAS DE ÁFRICA
EL SOL BRILLA CON FUERZA
parece probable que el impresionante crecimiento del continente Continúe
3 de diciembre de 2011
http://www.economist.com/node/21541008
Su fortuna de 3.000 millones de dólares hace de Oprah Winfrey la persona de raza negra más rica de Estados Unidos, un puesto que mantiene desde hace años. Pero ya no es la persona negra más rica del mundo. Ese honor corresponde a Aliko Dangote, el rey nigeriano del cemento. Las voces críticas se quejan de que está muy vinculado a la sucia clase política del país. No obstante, su fortuna de 10.000 millones de dólares es dinero ganado, no expropiado. El Dangote Group comenzó un pequeño negocio de comercio en 1977. Se ha convertido en un conglomerado panafricano con intereses en el azúcar y la logística, así como la construcción, y es un negocio real, no una farsa cleptocrática.
Los multimillonarios africanos legítimamente hechos a sí mismos son señal de esperanza. Aunque todavía son pocos, cada vez son más habituales. Ejemplifican lo lejos que ha llegado África y ofrecen razones para creer que el fuerte crecimiento reciente continuará. La política de la costa mediterránea del continente ha dominado los titulares este año, pero el nuevo "boom" al sur del Sahara afectará a más vidas.
Desde Ghana en el oeste a Mozambique en el sur, las economías africanas crecen más rápido de forma consistente que aquellas de prácticamente todas las regiones del mundo. Al menos 12 han crecido más de un 6% al año durante seis o más años. Etiopía crecerá un 7,5% este año, sin contar con una sola gota de petróleo que exportar. En otro tiempo un sinónimo de hambruna, es ahora el 10º productor mundial de ganado. La riqueza tampoco esté monopolizada por una camarilla bien conectada. La malversación sigue siendo común pero la distribución de los ingresos ha mejorado en la pasada década.
A lo largo de gran parte del continente continúan graves disparidades en los ingresos; pero está emergiendo una clase media genuina. De acuerdo con Standard Bank, que opera a través de África, 60 millones de familias africanas tienen ingresos anuales mayores de 3.000 dólares a tasas de mercado. Para el año 2015, se espera que esa cifra alcance los 100 millones; prácticamente lo mismo que en India actualmente. Estas familias pertenecen a lo que podría denominarse la clase consumidora. En total, 300 millones de africanos ganan más de 700 dólares al año. Esto no es demasiado, y muchas de estas personas podrían verse empujadas a la penuria de nuevo por un pequeño cambio en las circunstancias. Pero pueden pagar un teléfono e incluso algunas tasas escolares. "No son una clase media según los estándares occidentales, no obstante, representan un gran mercado", dice Edward George, el economista de Ecobank, otro grupo bancario africano.
Y para los africanos por debajo del nivel de la pobreza (la mayor parte de los 1.000 millones de personas del continente) las enfermedades y el hambre siguen siendo graves problemas. De cada 1.000 niños, 118 morirán antes de su quinto cumpleaños. Hace dos décadas esta cifra era de 165. Este progreso hacia las Metas de desarrollo del milenio, una serie de hitos de reducción de la pobreza establecidos por Naciones Unidas, es lento e inconsistente. Pero no es desdeñable. Y el ánimo entre los desfavorecidos es ahora mejor que en cualquier momento desde la era de la independencia hace dos generaciones. Es cierto que los africanos tienen una asombrosa capacidad para mantenerse animados. Pero parece que en esta ocasión realmente tienen algo por lo que sonreír.
Leones y tigres (y osos)
Desde que The Economist lamentablemente etiquetara a África como "el continente desesperanzado" hace una década, ha tenido lugar un profundo cambio. La productividad laboral ha ido en aumento. Actualmente está creciendo, de media, un 2,7% al año. El comercio entre África y el resto del mundo ha crecido en un 200% desde 2000. La inflación ha caído de un 22% en los años 90 a un 8% en la pasada década. La deuda externa ha disminuido en un cuarto, los déficits presupuestarios, en dos tercios. En ocho de los últimos 10 años, de acuerdo con el Banco Mundial, el crecimiento subsahariano ha sido más rápido que el de Asia oriental (incluyendo Japón).
Incluso después de revisar a la baja su pronóstico para 2012 debido a la desaceleración en el hemisferio norte, el Fondo Monetario Internacional sigue esperando que las economías del África subsahariana crezcan en un 5,75% el próximo año. Es probable que muchos grandes países alcancen tasas de crecimiento del 10%. El Banco Mundial (que no es conocido por sus entusiastas promociones) dijo en un informe este año que "África puede encontrarse al borde de un despegue económico parecido al que ocurrió en China hace 30 años y en India hace 20 años", aunque sus representantes piensan que una notable reducción de la pobreza requerirá un crecimiento mayor del actual; a una media a largo plazo de un 7% o más.
Existe otro punto de comparación con Asia: la demografía. La población de África va camino de duplicarse, de 1.000 millones a 2.000 millones, a lo largo de los próximos 40 años. Con el aumento de la población de África, habrá una alteración de forma. La edad media es ahora de 20 años, en comparación con los 30 de Asia y los 40 de Europa. Con el descenso de las tasas de fertilidad, esa media aumentará cuando esa masa de jóvenes de hoy día llegue a sus años más productivos. La proporción de personas en edad laboral respecto a aquellos más jóvenes o más mayores (el índice de dependencia) mejorará. Este "dividendo demográfico" fue fundamental en el crecimiento de las economías de Asia oriental hace una generación. Ofrece una gran oportunidad al África actual.
Desde un punto de vista optimista, esto refuerza el argumento de las "economías del león", análogo a los tigres asiáticos. Pero deben considerarse ciertas precauciones. En primer lugar, en África, quizá aún más que en Asia, realidades muy diferentes pueden existir una junto a la otra. Emparejar estados fracasados e historias de sucesos fantásticos tiene un valor limitado. La experiencia de los líderes es una guía poco fiable sobre lo que sucederá con los rezagados. Además, nos encontramos en los primeros pasos, y ya habido falsos albores antes. Los más pesimistas se preguntarán si los leones pueden compararse en resistencia a los tigres. ¿Continuará creciendo África? ¿O esto es tan solo una fuerte subida en un ciclo en auge que inevitablemente volverá a caer?
Los multimillonarios africanos legítimamente hechos a sí mismos son señal de esperanza. Aunque todavía son pocos, cada vez son más habituales. Ejemplifican lo lejos que ha llegado África y ofrecen razones para creer que el fuerte crecimiento reciente continuará. La política de la costa mediterránea del continente ha dominado los titulares este año, pero el nuevo "boom" al sur del Sahara afectará a más vidas.
Desde Ghana en el oeste a Mozambique en el sur, las economías africanas crecen más rápido de forma consistente que aquellas de prácticamente todas las regiones del mundo. Al menos 12 han crecido más de un 6% al año durante seis o más años. Etiopía crecerá un 7,5% este año, sin contar con una sola gota de petróleo que exportar. En otro tiempo un sinónimo de hambruna, es ahora el 10º productor mundial de ganado. La riqueza tampoco esté monopolizada por una camarilla bien conectada. La malversación sigue siendo común pero la distribución de los ingresos ha mejorado en la pasada década.
A lo largo de gran parte del continente continúan graves disparidades en los ingresos; pero está emergiendo una clase media genuina. De acuerdo con Standard Bank, que opera a través de África, 60 millones de familias africanas tienen ingresos anuales mayores de 3.000 dólares a tasas de mercado. Para el año 2015, se espera que esa cifra alcance los 100 millones; prácticamente lo mismo que en India actualmente. Estas familias pertenecen a lo que podría denominarse la clase consumidora. En total, 300 millones de africanos ganan más de 700 dólares al año. Esto no es demasiado, y muchas de estas personas podrían verse empujadas a la penuria de nuevo por un pequeño cambio en las circunstancias. Pero pueden pagar un teléfono e incluso algunas tasas escolares. "No son una clase media según los estándares occidentales, no obstante, representan un gran mercado", dice Edward George, el economista de Ecobank, otro grupo bancario africano.
Y para los africanos por debajo del nivel de la pobreza (la mayor parte de los 1.000 millones de personas del continente) las enfermedades y el hambre siguen siendo graves problemas. De cada 1.000 niños, 118 morirán antes de su quinto cumpleaños. Hace dos décadas esta cifra era de 165. Este progreso hacia las Metas de desarrollo del milenio, una serie de hitos de reducción de la pobreza establecidos por Naciones Unidas, es lento e inconsistente. Pero no es desdeñable. Y el ánimo entre los desfavorecidos es ahora mejor que en cualquier momento desde la era de la independencia hace dos generaciones. Es cierto que los africanos tienen una asombrosa capacidad para mantenerse animados. Pero parece que en esta ocasión realmente tienen algo por lo que sonreír.
Leones y tigres (y osos)
Desde que The Economist lamentablemente etiquetara a África como "el continente desesperanzado" hace una década, ha tenido lugar un profundo cambio. La productividad laboral ha ido en aumento. Actualmente está creciendo, de media, un 2,7% al año. El comercio entre África y el resto del mundo ha crecido en un 200% desde 2000. La inflación ha caído de un 22% en los años 90 a un 8% en la pasada década. La deuda externa ha disminuido en un cuarto, los déficits presupuestarios, en dos tercios. En ocho de los últimos 10 años, de acuerdo con el Banco Mundial, el crecimiento subsahariano ha sido más rápido que el de Asia oriental (incluyendo Japón).
Incluso después de revisar a la baja su pronóstico para 2012 debido a la desaceleración en el hemisferio norte, el Fondo Monetario Internacional sigue esperando que las economías del África subsahariana crezcan en un 5,75% el próximo año. Es probable que muchos grandes países alcancen tasas de crecimiento del 10%. El Banco Mundial (que no es conocido por sus entusiastas promociones) dijo en un informe este año que "África puede encontrarse al borde de un despegue económico parecido al que ocurrió en China hace 30 años y en India hace 20 años", aunque sus representantes piensan que una notable reducción de la pobreza requerirá un crecimiento mayor del actual; a una media a largo plazo de un 7% o más.
Existe otro punto de comparación con Asia: la demografía. La población de África va camino de duplicarse, de 1.000 millones a 2.000 millones, a lo largo de los próximos 40 años. Con el aumento de la población de África, habrá una alteración de forma. La edad media es ahora de 20 años, en comparación con los 30 de Asia y los 40 de Europa. Con el descenso de las tasas de fertilidad, esa media aumentará cuando esa masa de jóvenes de hoy día llegue a sus años más productivos. La proporción de personas en edad laboral respecto a aquellos más jóvenes o más mayores (el índice de dependencia) mejorará. Este "dividendo demográfico" fue fundamental en el crecimiento de las economías de Asia oriental hace una generación. Ofrece una gran oportunidad al África actual.
Desde un punto de vista optimista, esto refuerza el argumento de las "economías del león", análogo a los tigres asiáticos. Pero deben considerarse ciertas precauciones. En primer lugar, en África, quizá aún más que en Asia, realidades muy diferentes pueden existir una junto a la otra. Emparejar estados fracasados e historias de sucesos fantásticos tiene un valor limitado. La experiencia de los líderes es una guía poco fiable sobre lo que sucederá con los rezagados. Además, nos encontramos en los primeros pasos, y ya habido falsos albores antes. Los más pesimistas se preguntarán si los leones pueden compararse en resistencia a los tigres. ¿Continuará creciendo África? ¿O esto es tan solo una fuerte subida en un ciclo en auge que inevitablemente volverá a caer?
Más que veteranos de los diamantes
Indudablemente las aceleraciones previas al crecimiento africano le debe mucho a los precios de los bienes de consumo cotidiano (véase el gráfico 1). Después de todo, África posee alrededor de la mitad de las reservas de oro del mundo y un tercio de sus diamantes, por no mencionar el cobre, el coltán y muchos otros tipos de minerales y metales. En los años 60 los ingresos provenientes de las minas pagaron las carreteras, los palacios y los rascacielos. Cuando los mercados se desplomaron en los años 80, el flujo de dinero se secó. Los paisajes urbanos de Johannesburgo, Nairobi y Lagos siguen manchados con los restos de las altas marcas de previos auges.
Recientemente los ingresos por la venta de petróleo y metales han ayudado a llenar las arcas, crear empleo y estimular un apetito por el lujo. En Angola, rica en minerales preciosos, los diamantes de alto rango se vuelven a importar después de ser cortados en Europa, para adornar los dedos de los magnates del mineral locales y sus novias.
No obstante, en general tan solo alrededor de un tercio del crecimiento reciente de África es debido a los bienes de consumo cotidiano. El oeste y el sur de África son los máximos beneficiarios. Guinea Ecuatorial obtiene la mayoría de sus ingresos del petróleo; Gambia obtiene la mitad de su producto interior bruto del cobre. Cuando los precios de los bienes de consumo se suavicen o caigan, sin duda estos países sufrirán. Pero es el este de África, con poco petróleo y tan solo una pequeña reserva de minerales, la que presume del mayor crecimiento regional de la economía en el continente, y en otros lugares existen casos de crecimiento similar no basado en los recursos, como en Burkina Faso. "Todo está creciendo, no solo los bienes de consumo", dice Mo Ibrahim, un magnate sudanés de la telefonía móvil que es probablemente el empresario más exitoso de África.
Cuando la economía mundial —y con ella los precios de los bienes de consumo— se derrumbó en 2008, las tasas de crecimiento africanas apenas se vieron afectadas. "África posee una gran elasticidad", afirma Mthuli Ncube, economista jefe del Banco de Desarrollo Africano. "Ha tenido lugar un cambio estructural".
Una disminución a largo plazo de los precios de los bienes de consumo sin duda causará daños. El crecimiento provocado por los bienes de consumo en el continente no es tan reversible como solía ser. Para empezar, los gobiernos africanos han invertido con mayor inteligencia en esta ocasión, sobre todo en infraestructuras. En gran parte del continente las carreteras siguen siendo terribles. Pero las hay más decentes de las que solía haber, y cada nuevo tramo de asfalto disparará la productividad de la gente a la que sirve, mucho después de que el dinero que lo pagó se consuma. En segundo lugar, los bienes de consumo de África tienen ahora un abanico más amplio de compradores. Hace una generación, Brasil, Rusia, India y China componían tan solo el 1% del comercio africano. Hoy día suponen el 20% y para 2030 se espera que la tasa sea del 50%. Si China e India continúan creciendo es probable que África también lo haga.
Más charla y menos guerra
Lo que es más, muchos participantes extranjeros en el comercio de bienes de consumo africanos están ahora menos centrados en el corto plazo. Es probable que se queden cuando acaben con la minería; los trabajadores chinos, de los que hay decenas de miles en África, han mostrado una propensión a convertirse en emprendedores locales. Recientemente, una empresa de construcción cantonesa de Angola inauguró su propia sección de producción para fabricar equipamiento difícil importar. Pocos competidores occidentales harían lo mismo (aunque muchos de sus antepasados coloniales lo hicieron).
Puede que el crecimiento de los bienes de consumo esté más asegurado de lo que solía estar. Pero dos grandes estimuladores del crecimiento africano seguirán ahí incluso aunque el continente no produzca un barril de petróleo o una onza de oro. Uno es la aplicación de tecnología. Los teléfonos móviles han penetrado en profundidad. Más de 600 millones de africanos tienen uno; quizá el 10% de ellos tiene acceso a servicios de Internet móvil. Los teléfonos hacen que algunas ventajas como las cuentas de ahorro o la información sobre los precios de las cosechas, sean aún más accesibles.
La tecnología también esté ayudando a la atención médica. El Banco Mundial afirma que la malaria absorbe 12.000 millones de dólares del producto interior bruto de África cada año, pero gracias a más y mejores mosquiteras, las tasas de defunción han caído en un 20%. Los inversores extranjeros de países con altas tasas de infección por VIH se quejan de que muchos trabajadores a los que ha costado mucho dinero formar mueren a los 30 o 40 años, pero la incidencia de nuevas infecciones está cayendo en gran parte del continente y mucha más gente está recibiendo un tratamiento efectivo.
El segundo gran impulsor distinto de los bienes de consumo es la estabilidad política. El África de hace una generación era un lugar triste. La plaga del apartheid aislaba su mayor economía, Sudáfrica. Sólo siete de entre más de 50 países organizaban elecciones con frecuencia. Estados Unidos y la Unión Soviética dirigían guerras de terceros. El capital escaseaba y la gestión macroeconómica era errática. Las vidas se veían interrumpidas por balas y machetes.
Todavía África no es completamente pacífica y democrática. Pero ha dado grandes pasos. La mortífera mano de la Unión Soviética ha desaparecido; países como Mozambique y Etiopía han dejado el marxismo. Los dictadores –como el de Congo, aficionado a vestir piel de leopardo, Mobutu Sese Seko–, esos superpoderes antiguamente apoyados, han caído. Las guerras civiles como la que mutiló Angola han desaparecido en su mayoría. Dos de cada tres países africanos organizan ahora elecciones, aunque no siempre son libres y justas. Congo organizó unas el 28 de noviembre.
Amigos y vecinos
Incluso aunque muchos de los estados más ineptos del mundo pueden encontrarse todavía entre los desiertos de Sahara y Kalahari, los sistemas de gobierno han mejorado notablemente en muchos lugares. Las reformas en las regulaciones han liberado parcialmente los mercados. Una serie de privatizaciones (más de 100 sólo en Nigeria) ha reducido el papel del estado en muchos países. En Nigeria, la mayor economía de recursos de África, el expandido sector servicios, si se une a la agricultura, casi iguala los resultados del petróleo hoy en día.
Las barreras al comercio se han reducido, al menos en parte, y a pesar de la escasez de buenas carreteras, el comercio regional —durante mucho tiempo una debilidad de África— está mejorando. Según algunos análisis, el comercio intra-africano ha pasado del 6% al 13% del volumen total. Algunos economistas creen que la reintegración post-apartheid de Sudáfrica por sí sola ha proporcionado un 1% adicional al crecimiento anual del PIB del continente, y continuará haciéndolo durante cierto tiempo. En la actualidad es la mayor fuente de inversión extranjera para otros países al sur del Sahara.
Con cierto atraso, los africanos están empezando a interesarse los unos por los otros. Las conexiones de vuelos están mejorando, aunque una ciudad árabe, Dubai, sigue siendo el mejor punto de conexión para los viajeros africanos. Los bloqueos a las economías africanas han dado pasos hacia la integración. La Comunidad del Este Africano, que lanzó un mercado común en 2010, está haciendo las cosas bien; la Comunidad Económica de los Estados del Oeste Africano, no tanto. La Comunidad de Desarrollo del Sur Africano ha logrado que el transporte de bienes y personas a través de las fronteras sea mucho más sencillo. No obstante, las barreras continúan y como resultado las economías sufren. Los africanos pagan el doble por el detergente que los consumidores asiáticos, donde el comercio y el transporte son más fáciles y baratos.
Indudablemente las aceleraciones previas al crecimiento africano le debe mucho a los precios de los bienes de consumo cotidiano (véase el gráfico 1). Después de todo, África posee alrededor de la mitad de las reservas de oro del mundo y un tercio de sus diamantes, por no mencionar el cobre, el coltán y muchos otros tipos de minerales y metales. En los años 60 los ingresos provenientes de las minas pagaron las carreteras, los palacios y los rascacielos. Cuando los mercados se desplomaron en los años 80, el flujo de dinero se secó. Los paisajes urbanos de Johannesburgo, Nairobi y Lagos siguen manchados con los restos de las altas marcas de previos auges.
Recientemente los ingresos por la venta de petróleo y metales han ayudado a llenar las arcas, crear empleo y estimular un apetito por el lujo. En Angola, rica en minerales preciosos, los diamantes de alto rango se vuelven a importar después de ser cortados en Europa, para adornar los dedos de los magnates del mineral locales y sus novias.
No obstante, en general tan solo alrededor de un tercio del crecimiento reciente de África es debido a los bienes de consumo cotidiano. El oeste y el sur de África son los máximos beneficiarios. Guinea Ecuatorial obtiene la mayoría de sus ingresos del petróleo; Gambia obtiene la mitad de su producto interior bruto del cobre. Cuando los precios de los bienes de consumo se suavicen o caigan, sin duda estos países sufrirán. Pero es el este de África, con poco petróleo y tan solo una pequeña reserva de minerales, la que presume del mayor crecimiento regional de la economía en el continente, y en otros lugares existen casos de crecimiento similar no basado en los recursos, como en Burkina Faso. "Todo está creciendo, no solo los bienes de consumo", dice Mo Ibrahim, un magnate sudanés de la telefonía móvil que es probablemente el empresario más exitoso de África.
Cuando la economía mundial —y con ella los precios de los bienes de consumo— se derrumbó en 2008, las tasas de crecimiento africanas apenas se vieron afectadas. "África posee una gran elasticidad", afirma Mthuli Ncube, economista jefe del Banco de Desarrollo Africano. "Ha tenido lugar un cambio estructural".
Una disminución a largo plazo de los precios de los bienes de consumo sin duda causará daños. El crecimiento provocado por los bienes de consumo en el continente no es tan reversible como solía ser. Para empezar, los gobiernos africanos han invertido con mayor inteligencia en esta ocasión, sobre todo en infraestructuras. En gran parte del continente las carreteras siguen siendo terribles. Pero las hay más decentes de las que solía haber, y cada nuevo tramo de asfalto disparará la productividad de la gente a la que sirve, mucho después de que el dinero que lo pagó se consuma. En segundo lugar, los bienes de consumo de África tienen ahora un abanico más amplio de compradores. Hace una generación, Brasil, Rusia, India y China componían tan solo el 1% del comercio africano. Hoy día suponen el 20% y para 2030 se espera que la tasa sea del 50%. Si China e India continúan creciendo es probable que África también lo haga.
Más charla y menos guerra
Lo que es más, muchos participantes extranjeros en el comercio de bienes de consumo africanos están ahora menos centrados en el corto plazo. Es probable que se queden cuando acaben con la minería; los trabajadores chinos, de los que hay decenas de miles en África, han mostrado una propensión a convertirse en emprendedores locales. Recientemente, una empresa de construcción cantonesa de Angola inauguró su propia sección de producción para fabricar equipamiento difícil importar. Pocos competidores occidentales harían lo mismo (aunque muchos de sus antepasados coloniales lo hicieron).
Puede que el crecimiento de los bienes de consumo esté más asegurado de lo que solía estar. Pero dos grandes estimuladores del crecimiento africano seguirán ahí incluso aunque el continente no produzca un barril de petróleo o una onza de oro. Uno es la aplicación de tecnología. Los teléfonos móviles han penetrado en profundidad. Más de 600 millones de africanos tienen uno; quizá el 10% de ellos tiene acceso a servicios de Internet móvil. Los teléfonos hacen que algunas ventajas como las cuentas de ahorro o la información sobre los precios de las cosechas, sean aún más accesibles.
La tecnología también esté ayudando a la atención médica. El Banco Mundial afirma que la malaria absorbe 12.000 millones de dólares del producto interior bruto de África cada año, pero gracias a más y mejores mosquiteras, las tasas de defunción han caído en un 20%. Los inversores extranjeros de países con altas tasas de infección por VIH se quejan de que muchos trabajadores a los que ha costado mucho dinero formar mueren a los 30 o 40 años, pero la incidencia de nuevas infecciones está cayendo en gran parte del continente y mucha más gente está recibiendo un tratamiento efectivo.
El segundo gran impulsor distinto de los bienes de consumo es la estabilidad política. El África de hace una generación era un lugar triste. La plaga del apartheid aislaba su mayor economía, Sudáfrica. Sólo siete de entre más de 50 países organizaban elecciones con frecuencia. Estados Unidos y la Unión Soviética dirigían guerras de terceros. El capital escaseaba y la gestión macroeconómica era errática. Las vidas se veían interrumpidas por balas y machetes.
Todavía África no es completamente pacífica y democrática. Pero ha dado grandes pasos. La mortífera mano de la Unión Soviética ha desaparecido; países como Mozambique y Etiopía han dejado el marxismo. Los dictadores –como el de Congo, aficionado a vestir piel de leopardo, Mobutu Sese Seko–, esos superpoderes antiguamente apoyados, han caído. Las guerras civiles como la que mutiló Angola han desaparecido en su mayoría. Dos de cada tres países africanos organizan ahora elecciones, aunque no siempre son libres y justas. Congo organizó unas el 28 de noviembre.
Amigos y vecinos
Incluso aunque muchos de los estados más ineptos del mundo pueden encontrarse todavía entre los desiertos de Sahara y Kalahari, los sistemas de gobierno han mejorado notablemente en muchos lugares. Las reformas en las regulaciones han liberado parcialmente los mercados. Una serie de privatizaciones (más de 100 sólo en Nigeria) ha reducido el papel del estado en muchos países. En Nigeria, la mayor economía de recursos de África, el expandido sector servicios, si se une a la agricultura, casi iguala los resultados del petróleo hoy en día.
Las barreras al comercio se han reducido, al menos en parte, y a pesar de la escasez de buenas carreteras, el comercio regional —durante mucho tiempo una debilidad de África— está mejorando. Según algunos análisis, el comercio intra-africano ha pasado del 6% al 13% del volumen total. Algunos economistas creen que la reintegración post-apartheid de Sudáfrica por sí sola ha proporcionado un 1% adicional al crecimiento anual del PIB del continente, y continuará haciéndolo durante cierto tiempo. En la actualidad es la mayor fuente de inversión extranjera para otros países al sur del Sahara.
Con cierto atraso, los africanos están empezando a interesarse los unos por los otros. Las conexiones de vuelos están mejorando, aunque una ciudad árabe, Dubai, sigue siendo el mejor punto de conexión para los viajeros africanos. Los bloqueos a las economías africanas han dado pasos hacia la integración. La Comunidad del Este Africano, que lanzó un mercado común en 2010, está haciendo las cosas bien; la Comunidad Económica de los Estados del Oeste Africano, no tanto. La Comunidad de Desarrollo del Sur Africano ha logrado que el transporte de bienes y personas a través de las fronteras sea mucho más sencillo. No obstante, las barreras continúan y como resultado las economías sufren. Los africanos pagan el doble por el detergente que los consumidores asiáticos, donde el comercio y el transporte son más fáciles y baratos.
Al igual que en Asia hace una generación, los incrementos de capital relativamente pequeños pueden producir grandes ganancias en productividad. Cuando, después de décadas de hambre de capital, los inversores externos comenzaron a tomarse en serio ese beneficio desproporcionado, ayudaron a Asia a florecer. Ahora algunos de los inversores tienen la mirada puesta en África. En centros financieros como Londres apenas pasa una semana sin que haya una conferencia de un inversor en África. Firmas de capital privado que hace una década apenas conocían la existencia del África subsahariana, aportaron 1.500 millones de dólares para proyectos en el continente el pasado año. En 2010 la inversión directa extranjera fue de más de 5.500 millones de dólares —cinco veces más de lo que fue una década antes, y mucho más de lo que África recibe en ayuda (véase el gráfico dos).
El interés de los inversores extranjeros ya no se limita a las reservas de petróleo y las minas. Están pasando a realizar inversiones de tamaño medio en bienes de consumo. El número de proyectos —por ejemplo por parte de cadenas comerciales como la británica Marks & Spencer— se ha duplicado en los últimos tres años. A pesar del "boom" en minería, la fracción de la inversión total dedicada a actividades extractivas se ha reducido en un 13%. No obstante, las riquezas están lejos de estar repartidas uniformemente: tres cuartos de la inversión total se encuentra tan solo en 10 grandes países.
El creciente interés externo que se ha visto estimulado por los cambios políticos y tecnológicos de África no es, sin embargo, la clave de la historia. El cambio económico ha hecho que la vida sea más satisfactoria para los propios africanos. Ahora cuentan con más oportunidades para iniciar negocios y tomar la iniciativa de las que han disfrutado hasta donde alcanzaba la memoria, y los gobiernos muestran cierta voluntad por apartarse de su camino. Según la clasificación anual del Banco Mundial sobre prácticas comerciales, 36 de 46 gobiernos africanos pusieron las cosas más fáciles a los negocios en el pasado año.
El interés de los inversores extranjeros ya no se limita a las reservas de petróleo y las minas. Están pasando a realizar inversiones de tamaño medio en bienes de consumo. El número de proyectos —por ejemplo por parte de cadenas comerciales como la británica Marks & Spencer— se ha duplicado en los últimos tres años. A pesar del "boom" en minería, la fracción de la inversión total dedicada a actividades extractivas se ha reducido en un 13%. No obstante, las riquezas están lejos de estar repartidas uniformemente: tres cuartos de la inversión total se encuentra tan solo en 10 grandes países.
El creciente interés externo que se ha visto estimulado por los cambios políticos y tecnológicos de África no es, sin embargo, la clave de la historia. El cambio económico ha hecho que la vida sea más satisfactoria para los propios africanos. Ahora cuentan con más oportunidades para iniciar negocios y tomar la iniciativa de las que han disfrutado hasta donde alcanzaba la memoria, y los gobiernos muestran cierta voluntad por apartarse de su camino. Según la clasificación anual del Banco Mundial sobre prácticas comerciales, 36 de 46 gobiernos africanos pusieron las cosas más fáciles a los negocios en el pasado año.
Las preocupaciones no acaban
Sin embargo, la mayoría de países africanos todavía se agrupa cerca de la parte inferior de la tabla. En todos los sentidos, los gobiernos africanos deben dirigir sus países con más eficiencia, más fiabilidad y menos intrusión. También deben ofrecer una escolarización mucho mejor, un área en la que África va tristemente a la zaga de Asia. Los hombres de negocios africanos se quejan constantemente de la escasez de capacitación técnica. Contratar personal cualificado puede resultar prohibitivamente costoso. El regreso de exiliados cualificados ha ayudado en algunos países que vuelven a estar en paz, pero a menudo se necesitan extranjeros, normalmente otros africanos. Sin una educación mejor, África no puede aspirar a emular el milagro asiático.
El dividendo demográfico africano, además, está lejos de estar garantizado. Una población creciente y un gran número de ciudadanos en edad laboral resultó ser una bendición para Asia. Pero el crecimiento de la población siempre tiene sus costes. Todas esas personas adicionales tienen que ser educadas, alimentadas y deben gozar de oportunidades. Si las políticas no liberales obstruyen el crecimiento y desaniman a las firmas a contratar, los millones de personas adicionales de África pronto se encontrarán sin trabajo y desmotivadas. Incluso puede que algunos tomen las armas—una receta segura para el desastre, tanto humano como económico.
Una abundancia de gente joven es como el apalancamiento en un balance: hace que las buenas situaciones sean mejores y que las malas sean peores. Resulta preocupante que algunas de las poblaciones de más rápido crecimiento de África se encuentren en economías que no se comportan bien en este momento; y las tasas de fertilidad no están disminuyendo con la misma uniformidad ni rapidez con que lo hicieron en Asia.
La gente extra de África se está dirigiendo a las ciudades. El 40% de los africanos habitan las ciudades ahora, un 30% más que hace una generación. Es probable que para 2025 esa cifra esté en el 50%. Actualmente en Asia la tasa es del 52%. Normalmente éste es un buen dato. La productividad es mayor en las ciudades. Los costes de transporte son más bajos y los mercados tienen más actividad cuando la gente vive cerca una de la otra. En las malas épocas, la gran mezcla étnica de la ciudad puede convertirse en un polvorín. No obstante, las peores guerras de África como las sufridas en Congo, Uganda, Sudán y Somalia, han tenido lugar en países en los que la mayoría de las personas eran campesinas o ganaderas.
Las bocas adicionales necesitan ser alimentadas. Pero existen posibilidades. Aunque África es ahora importadora neta de alimentos, tienen el 60% de la tierra fértil no cultivada del mundo. Actualmente produce menos por persona que en 1960. A menudo la tierra de África es demasiado dura para su cultivo, con grandes variaciones en el clima de año a año (un problema que probablemente empeorará con el calentamiento de la tierra). Los granjeros carecen de acceso a capital para fertilizantes y sistemas de riego. También se necesitan más carreteras y almacenes; gran parte de la cosecha se pudre antes de llegar al mercado. Y la propiedad de la tierra a menudo provoca espinosos problemas de pertenencia.
La agricultura es una preocupación a largo plazo. Una preocupación a plazo más corto es cómo manejar la desaceleración y recesión del norte. Es poco probable que los inversores que huyen de los activos de riesgo en Europa inviertan en África. Es más probable que retiren parte del dinero que ya han invertido allí. Hay signos de que esto ya está sucediendo. Los banqueros afirman que el flujo de transacciones se está ralentizando. Permanecen optimistas en África, convencidos de que su potencial de crecimiento recompensará a los inversores pacientes y acabará atrayendo a los más volubles.
El crecimiento africano se apoya hoy en día en un permanente cambio en las expectativas. En muchos países africanos la gente por fin ha comenzado a verse como ciudadanos, con los derechos que la ciudadanía conlleva. Una mayor concienciación política hace que sea más difícil para déspotas incompetentes mantenerse en el poder, como ha descubierto el norte de África. Los bastiones del pasado del continente —desamparados, violentos y aislados— se están convirtiendo en excepciones.
África no es la próxima China. Sólo aporta una minúscula fracción de la producción mundial —2,5% a paridad de poder de compra. Hasta el momento ni siquiera es una buena apuesta para los inversores minoristas debido a la escasez de mercados bursátiles. Los 10.000 millones de dólares del señor Dangote desde luego hacen de él un pez gordo, pero el grupo Dangote supone un cuarto del valor del mercado bursátil de Nigeria: se trata de un estanque pequeño y bastante seco. Sin embargo, el auge de África continuará beneficiando a los africanos, sirviendo a los miles de millones así como a los multimillonarios. No se trata de una hazaña pequeña.
Sin embargo, la mayoría de países africanos todavía se agrupa cerca de la parte inferior de la tabla. En todos los sentidos, los gobiernos africanos deben dirigir sus países con más eficiencia, más fiabilidad y menos intrusión. También deben ofrecer una escolarización mucho mejor, un área en la que África va tristemente a la zaga de Asia. Los hombres de negocios africanos se quejan constantemente de la escasez de capacitación técnica. Contratar personal cualificado puede resultar prohibitivamente costoso. El regreso de exiliados cualificados ha ayudado en algunos países que vuelven a estar en paz, pero a menudo se necesitan extranjeros, normalmente otros africanos. Sin una educación mejor, África no puede aspirar a emular el milagro asiático.
El dividendo demográfico africano, además, está lejos de estar garantizado. Una población creciente y un gran número de ciudadanos en edad laboral resultó ser una bendición para Asia. Pero el crecimiento de la población siempre tiene sus costes. Todas esas personas adicionales tienen que ser educadas, alimentadas y deben gozar de oportunidades. Si las políticas no liberales obstruyen el crecimiento y desaniman a las firmas a contratar, los millones de personas adicionales de África pronto se encontrarán sin trabajo y desmotivadas. Incluso puede que algunos tomen las armas—una receta segura para el desastre, tanto humano como económico.
Una abundancia de gente joven es como el apalancamiento en un balance: hace que las buenas situaciones sean mejores y que las malas sean peores. Resulta preocupante que algunas de las poblaciones de más rápido crecimiento de África se encuentren en economías que no se comportan bien en este momento; y las tasas de fertilidad no están disminuyendo con la misma uniformidad ni rapidez con que lo hicieron en Asia.
La gente extra de África se está dirigiendo a las ciudades. El 40% de los africanos habitan las ciudades ahora, un 30% más que hace una generación. Es probable que para 2025 esa cifra esté en el 50%. Actualmente en Asia la tasa es del 52%. Normalmente éste es un buen dato. La productividad es mayor en las ciudades. Los costes de transporte son más bajos y los mercados tienen más actividad cuando la gente vive cerca una de la otra. En las malas épocas, la gran mezcla étnica de la ciudad puede convertirse en un polvorín. No obstante, las peores guerras de África como las sufridas en Congo, Uganda, Sudán y Somalia, han tenido lugar en países en los que la mayoría de las personas eran campesinas o ganaderas.
Las bocas adicionales necesitan ser alimentadas. Pero existen posibilidades. Aunque África es ahora importadora neta de alimentos, tienen el 60% de la tierra fértil no cultivada del mundo. Actualmente produce menos por persona que en 1960. A menudo la tierra de África es demasiado dura para su cultivo, con grandes variaciones en el clima de año a año (un problema que probablemente empeorará con el calentamiento de la tierra). Los granjeros carecen de acceso a capital para fertilizantes y sistemas de riego. También se necesitan más carreteras y almacenes; gran parte de la cosecha se pudre antes de llegar al mercado. Y la propiedad de la tierra a menudo provoca espinosos problemas de pertenencia.
La agricultura es una preocupación a largo plazo. Una preocupación a plazo más corto es cómo manejar la desaceleración y recesión del norte. Es poco probable que los inversores que huyen de los activos de riesgo en Europa inviertan en África. Es más probable que retiren parte del dinero que ya han invertido allí. Hay signos de que esto ya está sucediendo. Los banqueros afirman que el flujo de transacciones se está ralentizando. Permanecen optimistas en África, convencidos de que su potencial de crecimiento recompensará a los inversores pacientes y acabará atrayendo a los más volubles.
El crecimiento africano se apoya hoy en día en un permanente cambio en las expectativas. En muchos países africanos la gente por fin ha comenzado a verse como ciudadanos, con los derechos que la ciudadanía conlleva. Una mayor concienciación política hace que sea más difícil para déspotas incompetentes mantenerse en el poder, como ha descubierto el norte de África. Los bastiones del pasado del continente —desamparados, violentos y aislados— se están convirtiendo en excepciones.
África no es la próxima China. Sólo aporta una minúscula fracción de la producción mundial —2,5% a paridad de poder de compra. Hasta el momento ni siquiera es una buena apuesta para los inversores minoristas debido a la escasez de mercados bursátiles. Los 10.000 millones de dólares del señor Dangote desde luego hacen de él un pez gordo, pero el grupo Dangote supone un cuarto del valor del mercado bursátil de Nigeria: se trata de un estanque pequeño y bastante seco. Sin embargo, el auge de África continuará beneficiando a los africanos, sirviendo a los miles de millones así como a los multimillonarios. No se trata de una hazaña pequeña.